La Habana, Cuba. Mayo de 2006. Entonces escribí mi primera crítica de música para CMBF Radio Musical Nacional, a petición del periodista y ahora amigo Ignacio Cruz Ortega, encargado de la página web de la emisora. Se trataba de un comentario sobre el Festival y Concurso de Música de Cámara Amadeo Roldán, que yo organizaba en el conservatorio homónimo desde el año anterior. Comenzó así una etapa de mi vida muy productiva, vinculada con la crítica musical. Algunos periodistas que admiro mucho me abrieron las puertas de varios medios de prensa escrita, digital y radial, período del cual tengo gratos recuerdos, principalmente, por el aprendizaje que supuso trabajar a la par de grandes profesionales en esos campos: algún día me referiré a ellos en detalle.
Cuando vine a vivir a Costa Rica (en 2012) cerré aquella faceta y, con ella, el ejercicio de escritura, tan arraigado en mí durante esos seis años. No fue hasta inicios de 2020 que, a petición de mi colega y amiga Susan Campos, escribí una reseña sobre su disco Indigenae (Irreverence Group Music), publicada en Musexplat: Plataforma Latinoamericana de Música Experimental. Claro está, del Leonardo que escribía comentarios críticos sobre música (conciertos, eventos, discos…) en Cuba al que suscribió la reseña de Indigenae, hay una diferencia considerable (¡por dicha!, diríamos en Costa Rica).
En este tiempo me he dedicado más a la escritura académica, cuyos trabajos publicados pueden consultar aquí. Sin embargo, en el Doctorado en Estudios de la Sociedad y la Cultura (DESC) —en el cual estoy matriculado desde 2019— he tenido la oportunidad de escribir varios ensayos, algunos con mayor libertad de prosa que otros, apegados más o menos a posturas de la teoría crítica social. Así, he recobrado el interés por una escritura más libre, aunque no por ello despojada del rigor que conlleva. Ahora que terminé los cursos en el DESC y me centraré en la investigación de tesis en lo adelante, he decidido crear este espacio en mi página web para dar riendas sueltas a esa necesidad de escribir. ¿Por qué no hacerlo, si en este momento de la vida tengo otras cosas que deseo comunicar? ¿Por qué inhibir esa "pulsión interior" —diría Freud—, cuando la plataforma está creada y las ideas pueden fluir?
En las últimas semanas he recordado a mi padre, quien desde pequeño me estimulaba a seguir escribiendo unos poemas en aquella libreta de papel reciclado, que ha de estar en algún sitio de la casa de mi madre, en La Habana. Lo cierto es que llamarle poemas es muy pretencioso. Digamos que se trataba de algunos versos que, por azar, dejaba escritos en esa ilusión temprana por perpetuar algo… (pero la poesía no es lo mío, admiro a quienes tienen ese don, como es el caso de mi hermano de vida, Marvin Camacho). Años después, compartía con mi madre el proceso de cada uno de mis textos, publicados casi inmediatamente en los medios de prensa cubanos.
En estas semanas, durante un período intenso para la humanidad, de cambios drásticos en nuestras prácticas cotidianas debido a un enemigo invisible y diminuto (el Covid-19), me desperté y le dije a mi esposo: “¡Quiero hacer un blog!”. Él me preguntó: “¿De qué quieres escribir?”; a lo que contesté: “¡Lo que se me ocurra, pero necesito hacerlo, quiero escribir!”. Y él me dijo: “¡Hazlo!”.
Es así como surgió este espacio de diálogo, no sé si conmigo mismo, pero agradeceré a los/as amigos/as, familiares y demás lectores/as que tengan a bien destinar un tiempo a mis ideas. Ya sé que en el presente el tiempo no sobra, más bien falta para todo lo que quisiéramos hacer. La velocidad de nuestras vidas puede ser implacable a mediano y largo plazo… Por eso, agradeceré el tiempo, ese que no podemos recuperar. A fin de cuentas, el tiempo viene a ser uno de los tesoros más preciados de la vida…
Aún no sé cómo estructuraré el blog, aunque algunas ideas tengo en mente. El tiempo dirá qué caminos tomará en lo adelante. Mientras, les invito a ser cómplices de este capricho, mi "pulsión interior" por escribir y dar curso a aquellos años de mi temprana juventud…